Igual que los seres humanos somos diferentes unos de otros, también las frutas y las verduras tienen formas y tamaños diferentes. Es lo natural. Sin embargo, esa imagen heterogénea no es la que nos encontramos en la mayoría de los supermercados cuando vamos a hacer la compra. Inconscientemente asumimos que es normal que todas las manzanas tengan la misma forma, tonalidad y tamaño. Y, sin saberlo, contribuímos a un modelo productivo que propicia el desperdicio alimentario; y renunciamos al sabor de lo natural.
Se dice que con lo primero que se come es con los ojos. Una sentencia que se reafirma a diario en todas las cadenas de supermercados, con lineales llenos de frutas con forma perfecta, todas idénticas, coloridas y brillantes. “Si está así expuesta es porque los consumidores la compramos así, parece que la belleza prima al sabor, cuando en el fondo no es así” comenta Verónica Marcos, productora artesanal de quesos de O Cebreiro.
Los quesos de esta productora son artesanales. Un modo de producir que hace que cada pieza sea singular. «No todos salen exactamente iguales, algunos son un poquito más grandes, otros algo más aplastados…» Pero lo que sí puede asegurar es que el sabor es inconfundible. “Y lo mismo pasa con las frutas y verduras. Si vienen del árbol, no pueden ser todas iguales, y muchas de ellas se pierden en la cadena de distribución porque no cumplen los estándares estéticos que el mercado impone” explica.
El desperdicio alimentario propiciado por este afán de ofrecer productos perfectamente idénticos debe aborarse desde un punto de vista medioambiental y ser tratado desde la base. «Implementar iniciativas en las escuelas para educar a los niños y que aprendan a valorar lo que realmente es importante».
La educación almentaria en los centros de enseñanza figura ya entre las tareas que la Unión Europea promueve; mediante repartos de lácteos, frutas y verduras de temporada y el fomento de una alimentación sana basada en productos frescos. En esa necesidad de segurir apostando por la educación temprana coincide también la ingeniera técnica agrícola Dolores Gómez. «La base de cualquier cambio está siempre en la educación. Si se quiere propiciar un cambio de mentalidad e iniciar algo nuevo el éxito siempre será mayor si se incide en las generaciones más jóvenes». En ese sentido, es necesario realizar una apuesta importante para cambiar el concepto de normalidad que niñas y niños asocian a los alimentos. «Una vez fui con mi hijo pequeño a comprar, y el niño se fijó en las zanahorias porque le llamó la atención que fueran todas grandes, alargadas e iguales, no como las de casa, que algunas son torcidas o dobles. Y le llamó la atención porque lo vio como algo extraño, porque para él lo normal son las verduras que cultivamos en nuestra huerta, las naturales que tenemos en casa. El hecho de que fuesen todas exactamente iguales, como hechas a medida, le pareció algo raro” relata.
Además de en los centros educativos, las propias cadenas de hipermercados deberían fomentar el consumo de frutas y verduras “feas” para frenar el desperdicio alimentario. Ya se hace en países como Francia, donde existen iniciativas para incentivar este tipo de consumo. Por ejemplo, aplicando descuentos a los productos que durante el transporte han sufrido algún tipo de golpe, pero que están perfectamente óptimos para el consumo. “Lo mismo se debería hacer aquí en España, pero yo en el supermercado sólo he visto descuentos en productos próximos a su fecha de caducidad, que ya es un avance, pero todavía queda mucho” comenta esta agricultora.
También Patricia Roca concuerda con esa necesidad de apostar por la educación e impulsar medidas que permitan reducir el desperdicio alimentario. Y destaca además el sinsentido del modelo actual. “¿Influye realmente el aspecto en la calidad nutricional de un alimento? Está claro que no, la calidad nutricional se mide por los valores que presenta el alimento en cuanto a vitaminas, minerales, hidratos, fibra, etc. pero no por lo brillante que se vea en el supermercado. De hecho, el brillo que vemos en la mayoría de las frutas es debido a ceras y resinas que se pulverizan sobre ellas para que tengan este aspecto” relata esta agricultora, que cultiva sus hortalizas y verduras en ecológico en León.
En la mayoría de hipermercados, las frutas y verduras que compra el consumidor están cosechadas hace más de 15 días; pero también hay productos que se conservan en cámaras frigoríficas industriales durante varios meses hasta que se finalmente se exponen en el lineal de venta. “En estos casos, se recogen los frutos en verde y se introducen en cámaras con atmósfera controlada a fin de que adquieran el color que se supone que tendrían que tener. Pero de ese modo se resiente el sabor, ya que los azúcares que de manera natural se producirían durante el proceso de maduración no están presentes al haberlos recogido en verde».
«En los últimos años el movimiento a favor de la fruta fea, apoyado por varios chefs mediáticos, está empezando a cambiar las cosas, creando una conciencia de que lo rico está en el interior y no en el exterior». Y es necesario seguir avanzando en esa línea.
Canal Voz