La ganadería tradicional en extensivo es mucho más que una actividad económica. Gracias a ella, hasta nuestros mercados llegan carnes de la más alta calidad, producidas de acuerdo a altísimos estándares de seguridad alimentaria y bienestar animal. Pero además, el ganado paciendo libre cumple una importantísima función ambiental, pues consigue miminizar la presencia de masa arbustiva y, de ese modo, crea cortafuegos naturales que, en caso de incendios, evitan que las llamas se propagen sin control. De la importancia de la ganadería tradicional, tan importante para fijar población y potenciar la economía de las zonas rurales y de montaña, hablamos con profesionales del sector y expertos.
Yuma Rodríguez es ganadera de raza la autóctona morucha con IGP Carne de Salamanca, y para ella no cabe duda alguna sobre el papel esencial que la ganadería extensiva desempeña desde el punto de vista ecológico y de la sostenibilidad. «Los sistemas agrosilvopastorales han evolucionado durante siglos sometidos a una determinada presión de pastoreo que ha contribuido a la conformación de un paisaje con un alto valor ecológico y gran biodiversidad. Y también altamente antropizado, pero con un gran equilibrio, como puede verse en las dehesas en las que desarrollamos nuestra actividad, donde comunidades enteras de especies herbáceas y toda la fauna asociada a ellas desaparecerían si desapareciese la ganadería extensiva».
Los servicios ecosistémicos que las dehesas aportan al medio rural tienen una gran importancia, impidiendo la proliferación de matorral y la proliferación de incendios, así como también la cultura ligada a ellos. Además, tampoco hay que pasar por alto la importancia de este modelo de ganadería en lo que tiene que ver con la conservación de razas autóctonas. «Al haberse desarrollado en medios rigurosos, estas razas están mejor adaptadas, aprovechan mejor los recursos naturales con un coste de producción menor y son más resistentes y más resilientes a los cambios. Además son fuente de riqueza natural y cultural, y un reservorio de variabilidad genética que vamos a necesitar cuando las razas industriales no sean capaces adaptarse a condiciones de cambio climático o enfermedades resistentes a antibióticos», explica esta ganadera.
Ángeles López, ingeniera técnica agrícola, concuerda acerca de la importancia de mantener la ganadería extensiva por todos los beneficios que ésta aporta al medio ambiente. Y hace énfais en la importancia de las razas autóctonas que, a pesar de distintas experiencias diseminadas por nuestro medio rural, están en claro declive. Según datos recientes en España tenemos unas 165 razas ganaderas autóctonas, de las cuales 139 están en peligro de extinción. Conservarlas también supone un impulso para mantener población activa en el medio rural y proteger los hábitats asociados a estas especies tan singulares.
«Se trata de una actividad que no está exenta de dificultades, pero aún así hay jóvenes que se incorporan a ella porque se identifican con el medio natural, la sostenibilidad, la producción de alimentos de calidad y la necesidad de preservar el medio ambiente. Hoy en día las condiciones de trabajo ligadas a este sector han mejorado mucho con respecto a las que pudieron tener nuestros abuelos. Además, la introducción de las nuevas tecnologías ayuda a gestionar mejor las explotaciones».
Susana González gestiona una explotación de caprino con una quesería asociada. Y concuerda al 100% en la importancia de mantener y promocionar la ganadería extensiva. En ese sentido, hace referencia a las ayudas directas de la PAC y a su importancia a la hora de proteger la gran capacidad de producción de alimentos de calidad de esta modalidad ganadera. Una actividad plenamente integrada y respetuosa con el territorio en el que se desarrolla, capaz de generar empleo en zonas rurales y contribuir a la conservación de la biodiversidad.
«Las personas al frente de explotaciones extensivas, en su mayoría, estamos en la recta final de nuestra vida laboral y nos encontramos sin relevo generacional para seguir con la actividad. El cierre de este tipo de explotaciones perjudicará no solo a las zonas rurales, sino a toda la sociedad por todos los beneficios que nuestra ganadería aporta al medio ambiente. Esto debe ser conocido por todos y valorado cuando vendemos nuestros productos. El trabajo que hay detrás de cada gramo de queso o de la carne de nuestras reses no se valora lo suficiente a la hora de fijar los precios que rigen el mercado. La competencia de la ganadería intensiva es muy fuerte, y a los consumidores no les llega toda la información que hay detrás de cada proceso productivo», apunta esta profesional, que valora el papel de administraciones como la Unión Europea a la hora de poner en valor la calidad y singularidad de las producciones tradicionales.
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