La dependencia de las producciones hortofrutícolas de factores externos, como la climatología, es innegable. Y los efectos del cambio climático cada vez más evidentes. En los últimos meses, además, los agricultores se han visto condicionados por la nueva situación generada a raíz de la crisis de la Covid-19. Una suma de condicionantes que, en conjunto, hacen pensar en la importancia que líneas de apoyo como la PAC tienen para un sector muy expuesto. De todo ello hablamos con profesionales y expertos, que apuestan por potenciar las producciones locales, de proximidad y de calidad, como un modo en si mismo de hacer frente al cambio climático; reduciendo las emisiones de gases contaminantes derivadas del transporte de alimentos y fomentando modelos productivos tradicionales, con un escaso impacto ambiental.
El pasado año fue malo para el sector hortícola en términos de precios, escasa rentabilidad, pérdidas e incremento de costes; así como debido también a la fuerte competencia externa. Ahora, con el Estado de Alarma, el sector hortícola y frutícola ha sufrido un duro golpe, sobre todo los pequeños productores que vendían en mercados locales; y que durante meses no han podido dar salida a su producción. Así lo explica Miguel Soto, ingeniero técnico agrícola y productor de manzanas ecológicas para sidra, que agradece que lo peor de esa situación ya haya quedado atrás. «Una vez que se han podido reabrir los mercados locales y las plazas de abastos, con las adecuadas medidas de seguridad, la gente ha vuelto a comprar en estos lugares, y los productores locales han podido reactivar sus ventas. Esto ha sido una ventaja competitiva con respecto a otros sectores, la localidad y proximidad del producto. Algo que no ha pasado, por ejemplo, en el sector del vacuno, para el que la crisis ha sido continua, los precios de la carne de vaca y de ternera han caído estrepitosamente. Sin embargo, a los productos de la huerta, les hemos dado salida mediante las cooperativas agrícolas durante la época de confinamiento estricto, y ya en las plazas de abastos y mercados locales, en fases posteriores de la desescalada” explica.
Esta situación invita a reflexionar sobre la importancia de políticas y líneas de apoyo que ayuden a los productores a sobrellevar las distintas eventualidades que afectan directamente a su rentabilidad. En ese sentido, tal y como indica este agricultor, contar con una mayor organización dentro del sector puede ser una baza favorable. «Articular un sistema que mejore al actual para anteponerse a los riesgos, y que haga más atractivo a los agricultores estar organizados. Sobre todo de cara a la nueva PAC, se debería establecer un sistema de gestión de crisis al margen de los programas operativos, que cuente con un presupuesto adicional para prevenir/reducir los efectos no deseados, y que los agricultores no queden a merced del azar».
También Samuel Lago, ingeniero técnico agrícola con experiencia en gestión de ayudas públicas a pequeños productores, pone el foco en la dependencia de la producción de frutas y verduras de las condiciones climáticas. «En los últimos años se han vivido más episodios de adversidades climáticas de los esperados, y esto ha afectado negativamente al sector, dando lugar a un aumento de las importaciones de países extracomunitarios. Pero los consumidores se están dando cuenta que el cambio climático es el problema de todo esto y que el ser humano es el “superacelerador” del mismo. Y cada vez los productos de kilómetro cero están más en boga, puesto que los consumidores están siendo cada vez más conscientes de la huella de carbono de los alimentos, y esto se refleja en su manera de comprar y en un mayor interés por adquirir frutas y hortalizas del país”, explica.
La promoción y la publicidad sobre la calidad y los beneficios ambientales de los productos locales que vienen realizando las administraciones públicas sin duda ha tenido efecto y, como destaca este experto, es importante seguir apostando por esa vía «para que nos igualemos a otros países de la Unión Europea».
“Se deben seguir promocionando los productos y los mercados locales. La economía de proximidad es lo que puede mantener en pie a los pequeños productores, que no tienen forma de competir en grandes mercados de distribución como MercaMadrid” afirma.
Los datos del año 2018 sobre el valor de la producción hortofrutícola indican que esta representa cerca del 50% de la producción vegetal, con más de 14.000 millones de euros. Datos que avalan la importancia del sector, no sólo por la producción en sí, sino por el empleo directo e indirecto que genera. Así lo destaca la también ingeniera técnica agrícola Victoria Méndez, que concuerda en destacar los efectos y consecuencias que el Estado de Alarma ha tenido para el sector agrícola.
«Cuando los mercados de proximidad, bares y restaurantes estaban cerrados los pequeños productores agroalimentarios dejaron de contar con unos de sus mejores clientes. La clave en esos momentos fueron las cooperativas agrarias, ya que ellas podían negociar con las grandes superficies, dándole salida al producto y garantizando así el abastecimiento alimentario. Para los pequeños productores, vender en las grandes superficies siempre ha sido muy complicado, pues muchas veces los precios de venta no te cubren ni siquiera los costes de producción”, explica esta experta en tramitación de ayudas de la Política Agrícola Común.
«Estos días que se han estado tramitando las ayudas de la PAC a los pequeños agricultores, casi todos manifestaban sugerencias de mejora. Solicitan que la nueva PAC ayude a los agricultores que realmente estén activos, a las producciones hortícolas en ecológico y las plantaciones de frutales que sigan las pautas de la biodiversidad, y no tanto los barbechos en sí” relata.
Destacar la calidad de los productos que produce el campo y seguir apostando por iniciativas promocionales y de puesta en valor es fundamental para impulsar un sector que tiene mucho que hacer por la calidad ambiental y la sostenibilidad de nuestro modelo alimentario. Un trabajo como el que realiza la Unión Europea, importante para sensibilizar a los consumidores y hacerles conscientes de que, con su compra, pueden ayudar a la viabilidad del sector hortofrutícola y reducir la huella de carbono.
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